Dice Juan Luis Arsuaga, eminente paleontólogo, que los que somos diferentes (por el motivo que sea) y no encajamos correctamente en los estándares del grupo mayoritario, desde el origen de la humanidad hemos sido perseguidos y, si era posible, exterminados.
Al diferente se le ha considerado peligroso desde que cazábamos con lanzas y dormíamos en cuevas.
Lo curioso es que tras milenios de evolución y de avances científicos y culturales, muchos sigan comportándose como animalillos paleolíticos.
La sensación de no encajar es una de las sensaciones más desagradables que he experimentado en mi vida. En mi caso, era porque era gorda y tenía gustos y aficiones distintas a las del común de los garrulos de mi entorno, pero no tengo ninguna dificultad para identificarme con cualquier persona del colectivo LGTBI. La sensación de que no te van a entender, si dices lo que piensas o sientes y la necesidad de ocultar los sentimientos para evitar las risas o la ridiculización por parte los demás eran, y a veces aún son, mi pan de cada día.
Pero el mundo en el que me crié era tan pequeño, tan cutre, tan rancio… Allí nadie se planteaba que hubiera que respetar a nadie o que insultar y menospreciar al diferente pudiera estar mal. Los raritos nos lo teníamos merecido, por mierdecillas.
Lo que me alucina es que hoy, después de tantos avances, podamos, de alguna manera, volver atrás. El mundo que hemos conseguido crear en los últimos veinte años en este país es muchísimo mejor que aquel en el que yo me crié. Mucho más consciente de lo que está mal y mucho más preocupado por hacer las cosas bien, aunque todavía sigamos cagándola en mil temas. Siempre digo que mis alumnos son bastante más libres y más respetuosos de lo que lo éramos nosotros. No podemos perder estos avances. No podemos.
Estoy segura de que la mayoría de las personas de este país no quieren que haya ciudadanos de segunda. Quiero creer que la mayoría de la gente no es mala. No puedo entender cómo determinadas ideas prehistóricas se nos están colando en el día a día como si no pasara nada y cómo la gente se va acostumbrando a escucharlas y hasta las empieza a dar credibilidad. Deberíamos estar más alerta. Deberíamos dejar claro que esto no puede ser.
No me gusta hablar de política. Creo que es un tema muy personal y que solo sirve para discutir con personas con las que, en un principio, no tienes problemas e incluso con personas a las que aprecias; pero es que esto no es solo una cuestión política. Tengo la sensación de que podemos estar en riesgo de perder derechos adquiridos con muchísimo esfuerzo y sufrimiento. Temo volver a un mundo lleno de miedo y ocultación; un mundo pequeño, cutre y rancio. No dejemos que pase.